Junto a Baekje y Shilla, el reino de Kokuryo fue el más antiguo de los tres grandes reinos que existieron en la península coreana durante la primera mitad del primer milenio. Geográficamente abarcaba la actual Corea del Norte y Manchuria. Kokuryo fue fundado hacia el año 37 antes de Cristo por su primer y mítico rey Jum Mong, que reinó con el nombre de Dong Myeong. Según cuenta la leyenda, Ju Mong era hijo de Haemosu, que era hijo del dios del cielo. Hemosu tenía su propio reino en la tierra y bajaba regularmente para ocuparse de su gobierno. Un día descubrió a las tres hijas del dios del agua jugando a la orilla de un río y las atrajo hacia él con mañas. La hija mayor llamada Yu Wha) cayó en sus redes y fue seducida por el hijo del cielo. Cuando el dios del agua supo lo sucedido, se enfadó tanto que desterró a su hija de su lado.
Yu Wha fue descubierta por Kum Wa, rey de Puyeo, y compadecido de su caso, la llevó a vivir a su palacio. Allí descubrió que estuviese donde estuviese, un rayo de luz iluminaba siempre el vientre de Yu Wha. Al cabo de unos meses dio a luz a un huevo de grandes dimensiones. Al rey Kum Wa le pareció demasiado anti-natural que un ser humano alumbrara a un huevo y mandó que se lo dieran a comer a los animales para que lo comieran. Sin embargo, los cerdos, las vacas y los caballos del palacio no se atrevían siquiera a acercársele. Ordenó entonces que lo tiraran al monte, pero las aves y las bestias lo cubrían para protegerlo. El rey Kum Wa intentó romperlo, pero el cascarón era duro como la roca. Impresionado, decidió devolver el huevo a la madre. Yu Wha lo guardó en un lugar seguro y le dio calor hasta que un día el cascarón se quebró y nació de él un hermoso niño varón. El niño era diferente y sobresalía en todas las cosas de los demás. A los 7 años se fabricó su propio arco y flecha y asombró a todos, pues de cien tiros que lanzaba, cien veces acertaba en el centro. Por esta razón le pusieron el nombre de Ju Mong, que significa “diestro con el arco”.
El rey Kum Wa tenía siete hijos y con el tiempo sintieron una gran envidia por Ju Mong. El mayor de todos fue a ver a su padre y le previno que si no eliminaban pronto a Ju Mong, el reino de Puyeo podría verse en peligro. Yu Wha advirtió que se tramaba una conspiración contra su hijo, así que le aconsejó que se preparara para partir. Ju Mong se ocupaba de la caballeriza del rey y usó un truco para quedarse con el mejor caballo. Al caballo más rápido y valiente le puso una aguja en la lengua que le impedía comer; a los demás, en cambio, los alimentó bien hasta que se pusieron gordos y relucientes. El rey quedó encantado y como premio por su trabajo le regaló el caballo más flaco de la caballeriza. Cuando el mejor caballo fue suyo, lo alimentó bien hasta que recuperó todas sus fuerzas.
Cuando todo estuvo listo, Ju Mong subió sobre su caballo y partió a todo galope de Puyeo con tres amigos y se dirigió hacia el sur. Los siete hijos del rey Kum Wa los perseguían furiosos a corta distancia. Cuando Ju Mong llegó a las orillas de un río, invocó al dios del agua y le rogó que acudiera en su ayuda, puesto que era su nieto. Enseguida acudieron los peces y las tortugas acuáticas y formaron un puente para que Ju Mong y sus amigos pudieran cruzar el río al galope. Una vez que llegaron sanos y salvos a la otra orilla, los animales se dispersaron y los siete hijos del rey Kum Wa quedaron burlados. Con el tiempo, Ju Mong venció sucesivamente a los pequeños reyes que gobernaban los territorios del sur y unificándolos bajo su mando, creó el reino de Kokuryo. Veinte años después, su hijo Yuri y su esposa escaparon del reino de Puyeo y vinieron a vivir a su lado. Antes de morir, Ju Mong legó el reino de Kokuryo a Yuri. Otros dos hijos que tuvo de una segunda esposa fueron con el tiempo los fundadores del reino de Baekje.
Como vimos en el mito de Dangun, el primer rey de Corea, los reyes fundadores descienden siempre de dioses. El nacimiento de estos reyes míticos está siempre también rodeado de un halo de misterio y prueba. Y como tendremos oportunidad de ver más adelante, los nacimientos a partir de huevos son muy numerosos, pues el huevo simboliza el nacimiento de un nuevo mundo: la ruptura de lo viejo y caduco para dar paso a lo nuevo y diferente.
Yu Wha fue descubierta por Kum Wa, rey de Puyeo, y compadecido de su caso, la llevó a vivir a su palacio. Allí descubrió que estuviese donde estuviese, un rayo de luz iluminaba siempre el vientre de Yu Wha. Al cabo de unos meses dio a luz a un huevo de grandes dimensiones. Al rey Kum Wa le pareció demasiado anti-natural que un ser humano alumbrara a un huevo y mandó que se lo dieran a comer a los animales para que lo comieran. Sin embargo, los cerdos, las vacas y los caballos del palacio no se atrevían siquiera a acercársele. Ordenó entonces que lo tiraran al monte, pero las aves y las bestias lo cubrían para protegerlo. El rey Kum Wa intentó romperlo, pero el cascarón era duro como la roca. Impresionado, decidió devolver el huevo a la madre. Yu Wha lo guardó en un lugar seguro y le dio calor hasta que un día el cascarón se quebró y nació de él un hermoso niño varón. El niño era diferente y sobresalía en todas las cosas de los demás. A los 7 años se fabricó su propio arco y flecha y asombró a todos, pues de cien tiros que lanzaba, cien veces acertaba en el centro. Por esta razón le pusieron el nombre de Ju Mong, que significa “diestro con el arco”.
El rey Kum Wa tenía siete hijos y con el tiempo sintieron una gran envidia por Ju Mong. El mayor de todos fue a ver a su padre y le previno que si no eliminaban pronto a Ju Mong, el reino de Puyeo podría verse en peligro. Yu Wha advirtió que se tramaba una conspiración contra su hijo, así que le aconsejó que se preparara para partir. Ju Mong se ocupaba de la caballeriza del rey y usó un truco para quedarse con el mejor caballo. Al caballo más rápido y valiente le puso una aguja en la lengua que le impedía comer; a los demás, en cambio, los alimentó bien hasta que se pusieron gordos y relucientes. El rey quedó encantado y como premio por su trabajo le regaló el caballo más flaco de la caballeriza. Cuando el mejor caballo fue suyo, lo alimentó bien hasta que recuperó todas sus fuerzas.
Cuando todo estuvo listo, Ju Mong subió sobre su caballo y partió a todo galope de Puyeo con tres amigos y se dirigió hacia el sur. Los siete hijos del rey Kum Wa los perseguían furiosos a corta distancia. Cuando Ju Mong llegó a las orillas de un río, invocó al dios del agua y le rogó que acudiera en su ayuda, puesto que era su nieto. Enseguida acudieron los peces y las tortugas acuáticas y formaron un puente para que Ju Mong y sus amigos pudieran cruzar el río al galope. Una vez que llegaron sanos y salvos a la otra orilla, los animales se dispersaron y los siete hijos del rey Kum Wa quedaron burlados. Con el tiempo, Ju Mong venció sucesivamente a los pequeños reyes que gobernaban los territorios del sur y unificándolos bajo su mando, creó el reino de Kokuryo. Veinte años después, su hijo Yuri y su esposa escaparon del reino de Puyeo y vinieron a vivir a su lado. Antes de morir, Ju Mong legó el reino de Kokuryo a Yuri. Otros dos hijos que tuvo de una segunda esposa fueron con el tiempo los fundadores del reino de Baekje.
Como vimos en el mito de Dangun, el primer rey de Corea, los reyes fundadores descienden siempre de dioses. El nacimiento de estos reyes míticos está siempre también rodeado de un halo de misterio y prueba. Y como tendremos oportunidad de ver más adelante, los nacimientos a partir de huevos son muy numerosos, pues el huevo simboliza el nacimiento de un nuevo mundo: la ruptura de lo viejo y caduco para dar paso a lo nuevo y diferente.
Fuente KBS WORLD
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