El rey de la dinastía Joseon cuyo destino despertó la mayor compasión y tristeza de su pueblo fue Danjong, nieto del célebre rey Sejong, el creador del hangul, la escritura coreana. Danjong asumió el trono en 1452, cuando aún era sólo un niño de once años, debido a la súbita muerte de su padre. Sus pocos años y su inexperiencia lo convirtieron en una víctima fácil de las ambiciones de poder de su tío, quien lo obligó a abdicar en su favor al poco tiempo. El nuevo rey asumió con el nombre de Sejo y lo primero que hizo fue desterrar a su joven sobrino a Yeongwol, un paraje de dificilísimo acceso en la provincia de Gangwon. Allí Danjong vivió cerca de dos años en la más completa soledad, separado incluso de su esposa, hasta que su tío el rey le envió veneno con la orden de suicidarse. De esta manera trágica y triste se cerró la vida de Danjong, a la jovencísima edad de dieciséis años. No es de extrañar que el pueblo tejiera alrededor de él toda clase de historias y leyendas. Una de ellas es ésta que les contamos a continuación:
Después que falleciera el rey Danjong en Yeongwol, los gobernadores que llegaban a esta región se morían todos repentinamente de un día para otro. Yeongwol se convirtió así en una comarca maldita y se fue despoblando y arruinando a ojos vistas. Sin embargo, un noble de la corte que sentía curiosidad por saber lo que pasaba en Yeongwol, se ofreció voluntariamente a ocupar el cargo de gobernador. En la primera noche de su llegada, cuando era noche muy profunda, el nuevo gobernador estaba leyendo en su cuarto a la luz de una vela. De pronto escuchó los sones que anunciaban una procesión real. Le pareció muy extraño, pero salió a ver al patio. Allí vio que un rey tocado con corona y vestido con el traje de las grandes ocasiones se apeaba de su carroza. De inmediato, se inclinó e hizo una gran reverencia sobre el suelo. El rey enseguida expuso el motivo de su visita: “Yo fui ahorcado por un sirviente con la cuerda de un arco. Esa cuerda permanece aún en mi cuello y no me permite descansar en paz. He venido aquí cada vez que llegaba un nuevo gobernador para pedirle que me quite esa cuerda, pero todos se morían del susto en cuanto me veían. Veo que tú eres la excepción”. El nuevo gobernador se dio cuenta entonces que quien le hablaba era el fantasma del joven rey Danjong y, deseoso de ayudarle, le preguntó dónde se encontraba enterrado su cuerpo. “Eso lo sabe un guardia de vigilancia llamado Eom Jong Do. Ve y pregúntale”, le respondió el fantasma y se alejó tan repentinamente como había llegado.
Al día siguiente, el nuevo gobernador mandó llamar al guardia y muy en secreto le preguntó sobre el paradero del cuerpo del rey Danjong. El guardia, entre sollozos y lágrimas, le contó cómo fueron los últimos minutos de la vida de Danjong: “Acababa de llegar a Yeongwol la delegación que había enviado el rey Sejo con el veneno y el rey Danjong los recibió en la tarima de su residencia tocado con su corona y vestido con su traje oficial. Con toda calma y majestad preguntó en voz alta: ¿Qué crimen he cometido para que se me castigue con la muerte? Ante estas palabras, los delegados no osaron responder ni levantar la vista del suelo. Entonces un sirviente de baja estofa le rodeó el cuello con una cuerda de arco y lo arrastró hasta el suelo, matándolo de inmediato. Al fallecer el joven monarca destronado, todos sus servidores, sin excepción, se tiraron por un acantilado y de inmediato se desató una tormenta que duró varios días. Cuando se despejó el cielo, los lugareños, acatando la orden del rey Sejo de que no le dieran sepultura a los restos de Danjong, tiraron el cuerpo al río. Esa misma noche, cuando nadie me veía, rescaté el cuerpo y lo enterré en un lugar muy lejos del pueblo, pero no atiné a quitarle la cuerda de su cuello”, diciendo esto el guarda se puso a llorar desconsoladamente. Esa misma noche, el gobernador y algunos de sus ayudantes más fieles fueron al lugar indicado por el guardia y cavaron en el suelo. Allí encontraron el cuerpo del joven rey destronado y le quitaron por fin la cuerda del cuello, volviéndolo a enterrar de inmediato. A continuación ofrecieron una ofrenda por la eterna paz del joven rey de trágico destino. Esa misma noche, muy tarde, el gobernador fue despertado por los sones de un cortejo real que se aproximaba. Imaginando que era el fantasma del rey Danjong, se vistió de inmediato y salió al patio a recibirlo con una gran reverencia. El fantasma tenía esta vez una cara de gran placidez y no sólo le agradeció por lo que le había hecho sino que lo recompensó con una vida de grandes fortunas y logros, no sólo para él sino para todos sus descendientes.
Después que falleciera el rey Danjong en Yeongwol, los gobernadores que llegaban a esta región se morían todos repentinamente de un día para otro. Yeongwol se convirtió así en una comarca maldita y se fue despoblando y arruinando a ojos vistas. Sin embargo, un noble de la corte que sentía curiosidad por saber lo que pasaba en Yeongwol, se ofreció voluntariamente a ocupar el cargo de gobernador. En la primera noche de su llegada, cuando era noche muy profunda, el nuevo gobernador estaba leyendo en su cuarto a la luz de una vela. De pronto escuchó los sones que anunciaban una procesión real. Le pareció muy extraño, pero salió a ver al patio. Allí vio que un rey tocado con corona y vestido con el traje de las grandes ocasiones se apeaba de su carroza. De inmediato, se inclinó e hizo una gran reverencia sobre el suelo. El rey enseguida expuso el motivo de su visita: “Yo fui ahorcado por un sirviente con la cuerda de un arco. Esa cuerda permanece aún en mi cuello y no me permite descansar en paz. He venido aquí cada vez que llegaba un nuevo gobernador para pedirle que me quite esa cuerda, pero todos se morían del susto en cuanto me veían. Veo que tú eres la excepción”. El nuevo gobernador se dio cuenta entonces que quien le hablaba era el fantasma del joven rey Danjong y, deseoso de ayudarle, le preguntó dónde se encontraba enterrado su cuerpo. “Eso lo sabe un guardia de vigilancia llamado Eom Jong Do. Ve y pregúntale”, le respondió el fantasma y se alejó tan repentinamente como había llegado.
Al día siguiente, el nuevo gobernador mandó llamar al guardia y muy en secreto le preguntó sobre el paradero del cuerpo del rey Danjong. El guardia, entre sollozos y lágrimas, le contó cómo fueron los últimos minutos de la vida de Danjong: “Acababa de llegar a Yeongwol la delegación que había enviado el rey Sejo con el veneno y el rey Danjong los recibió en la tarima de su residencia tocado con su corona y vestido con su traje oficial. Con toda calma y majestad preguntó en voz alta: ¿Qué crimen he cometido para que se me castigue con la muerte? Ante estas palabras, los delegados no osaron responder ni levantar la vista del suelo. Entonces un sirviente de baja estofa le rodeó el cuello con una cuerda de arco y lo arrastró hasta el suelo, matándolo de inmediato. Al fallecer el joven monarca destronado, todos sus servidores, sin excepción, se tiraron por un acantilado y de inmediato se desató una tormenta que duró varios días. Cuando se despejó el cielo, los lugareños, acatando la orden del rey Sejo de que no le dieran sepultura a los restos de Danjong, tiraron el cuerpo al río. Esa misma noche, cuando nadie me veía, rescaté el cuerpo y lo enterré en un lugar muy lejos del pueblo, pero no atiné a quitarle la cuerda de su cuello”, diciendo esto el guarda se puso a llorar desconsoladamente. Esa misma noche, el gobernador y algunos de sus ayudantes más fieles fueron al lugar indicado por el guardia y cavaron en el suelo. Allí encontraron el cuerpo del joven rey destronado y le quitaron por fin la cuerda del cuello, volviéndolo a enterrar de inmediato. A continuación ofrecieron una ofrenda por la eterna paz del joven rey de trágico destino. Esa misma noche, muy tarde, el gobernador fue despertado por los sones de un cortejo real que se aproximaba. Imaginando que era el fantasma del rey Danjong, se vistió de inmediato y salió al patio a recibirlo con una gran reverencia. El fantasma tenía esta vez una cara de gran placidez y no sólo le agradeció por lo que le había hecho sino que lo recompensó con una vida de grandes fortunas y logros, no sólo para él sino para todos sus descendientes.
Fuente KBS WORLD
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