Había una vez un pescador anciano que vivía a la orilla del mar junto a su mujer. Eran muy pobres, y como el anciano no estaba en edad de salir a altamar, la pareja se mantenía como podía de lo poco que él pescaba sobre un bote no muy lejos de la costa. Una vez aconteció que por tres días consecutivos no obtuvo un mísero pez. El cuarto día fue igual, pero cuando estaba por ocultarse el sol, mordió el anzuelo un sapo enorme y lleno de verrugas. Estuvo a punto de volver a tirarlo al agua, pero el animal lo miraba con tanta tristeza que le dio pena y lo llevó a su casa. Esa noche, para sorpresa de él y su mujer, el sapo habló y dijo lo siguiente: “Tráteme como a un hijo y les traeré mucha fortuna.” En efecto, a partir de ese día, el anciano volvía del mar con el bote cargado de peces hasta más no poder. Pasó el tiempo y un día el sapo les salió con esta ocurrencia: “Quiero casarme con la hija menor del hombre más rico de la comarca, padre. Ve a él y dile que me tome como yerno.” El pobre anciano no sabía cómo decirle al feo y verrugoso sapo que nadie querría casarse con él, así que se hizo el desentendido. Pero el sapo no paraba de importunarlo trastocándolo todo con sus extraños poderes, por lo que el anciano tuvo que hacer lo que le pedía. El hombre más rico de la comarca había casado muy bien a sus dos hijas mayores y esperaba un mejor partido para su hija menor, que era la muchacha más hermosa de la región. Cuando el pobre pescador solicitó la mano de su hija, el millonario casi le pega al anciano por el disgusto provocado. Pero el sapo lo amenazó con arruinarlo y dejarlo en la calle, y como el hombre amaba su fortuna sobre todas las cosas, no se arriesgó y consintió el matrimonio. La hija menor, horrorizada ante la idea de casarse con un sapo, se consoló diciendo que le clavaría un cuchillo la noche de bodas. Llegó el día de la boda y los invitados no paraban de burlarse en voz baja del yerno sapo, por lo que el suegro estaba que reventaba de la rabia. Como era la costumbre, los novios se dispusieron a pasar la primera noche en la casa de la novia. Cuando el feo sapo se acercó a su flamante esposa, ésta sacó un afilado cuchillo. Sin inmutarse en lo más mínimo, el sapo le dijo: “Me alegro de que estés preparada. Quítame esta gruesa piel y te quedarás sorprendida.” La novia hizo lo que le pedía y un hermoso joven salió del cuero del sapo. A la mañana siguiente, el suegro vio con asombro que su hija salía del cuarto, radiante como nunca, del brazo de su marido sapo. Enfadado, les mandó marcharse pronto de su casa.
Pasaron unos meses y llegó el día del cumpleaños del suegro. Su hija y su yerno sapo fueron a su casa a participar del gran banquete organizado para festejar la fecha. El sapo se ofreció a salir de caza para honrar a su suegro, pero todos se rieron a carcajadas. Seguro de que volvería con las manos vacías, le dio caballos y sirvientes. El sapo se internó en el bosque y en lugar de salir a cazar animales, ordenó a uno de los sirvientes que fuera en busca de un monje que estaría sentado sobre una piedra quitándose los piojos y le dijera dónde estaba. Al cabo de un rato, comenzaron a llegar venados, conejos, pavos y jabalíes, los cuales se postraron a los pies del sapo. Los sirvientes no tuvieron que hacer más que atarlos de las patas y ponerlos sobre los lomos de los caballos. Cuando el sapo volvió al banquete con su abundante y variada caza, el suegro y los invitados apenas podían creer semejante prodigio. Sobre todo, teniendo en cuenta que los otros dos yernos, jóvenes apuestos y fuertes, habían vuelto con las manos vacías. Pero en lugar de alegrarse por la hazaña del sapo, el suegro le dio la espalda malhumorado y le ordenó no volver nunca más por su casa.
La pareja, entristecida, volvió a la casa del anciano pescador y su esposa, donde vivían. Allí el sapo hizo una revelación que causó estupor en todos: “Aunque tengo el aspecto de un desagradable sapo, soy en realidad el hijo del señor de las estrellas. He venido aquí para recompensaros a vosotros, bondadosos ancianos, y para llevarme una esposa, la más hermosa de esta tierra. Hubiese querido recompensar también a mi suegro, pero él no ha sabido ver más allá de mi fea apariencia. Ahora es tiempo de que parta. Una vez que lo haga, los convertiré en las personas más ricas de la región”. Dicho esto, el sapo se quitó la piel y se transformó en un hermosísimo joven, quien subió hacia las estrellas en compañía de su esposa. De inmediato, el cielo se cubrió de negros nubarrones y comenzaron a sonar terribles rayos y truenos. Llovió durante dos días enteros, y al tercer día, aclaró por fin. Los terrenos aledaños de la casa de los ancianos, que estaban cubiertos de sal y arena por la cercanía del mar, se habían transformado en una tierra fértil y abundante, que con el tiempo dio las mejores cosechas de la región, haciendo muy ricos al bondadoso pescador y a su mujer.
El sapo simboliza en Asia la riqueza y un cambio afortunado, por su capacidad de augurar la lluvia, por eso es común encontrarlo tallado en madera y esculpido en las construcciones.
Pasaron unos meses y llegó el día del cumpleaños del suegro. Su hija y su yerno sapo fueron a su casa a participar del gran banquete organizado para festejar la fecha. El sapo se ofreció a salir de caza para honrar a su suegro, pero todos se rieron a carcajadas. Seguro de que volvería con las manos vacías, le dio caballos y sirvientes. El sapo se internó en el bosque y en lugar de salir a cazar animales, ordenó a uno de los sirvientes que fuera en busca de un monje que estaría sentado sobre una piedra quitándose los piojos y le dijera dónde estaba. Al cabo de un rato, comenzaron a llegar venados, conejos, pavos y jabalíes, los cuales se postraron a los pies del sapo. Los sirvientes no tuvieron que hacer más que atarlos de las patas y ponerlos sobre los lomos de los caballos. Cuando el sapo volvió al banquete con su abundante y variada caza, el suegro y los invitados apenas podían creer semejante prodigio. Sobre todo, teniendo en cuenta que los otros dos yernos, jóvenes apuestos y fuertes, habían vuelto con las manos vacías. Pero en lugar de alegrarse por la hazaña del sapo, el suegro le dio la espalda malhumorado y le ordenó no volver nunca más por su casa.
La pareja, entristecida, volvió a la casa del anciano pescador y su esposa, donde vivían. Allí el sapo hizo una revelación que causó estupor en todos: “Aunque tengo el aspecto de un desagradable sapo, soy en realidad el hijo del señor de las estrellas. He venido aquí para recompensaros a vosotros, bondadosos ancianos, y para llevarme una esposa, la más hermosa de esta tierra. Hubiese querido recompensar también a mi suegro, pero él no ha sabido ver más allá de mi fea apariencia. Ahora es tiempo de que parta. Una vez que lo haga, los convertiré en las personas más ricas de la región”. Dicho esto, el sapo se quitó la piel y se transformó en un hermosísimo joven, quien subió hacia las estrellas en compañía de su esposa. De inmediato, el cielo se cubrió de negros nubarrones y comenzaron a sonar terribles rayos y truenos. Llovió durante dos días enteros, y al tercer día, aclaró por fin. Los terrenos aledaños de la casa de los ancianos, que estaban cubiertos de sal y arena por la cercanía del mar, se habían transformado en una tierra fértil y abundante, que con el tiempo dio las mejores cosechas de la región, haciendo muy ricos al bondadoso pescador y a su mujer.
El sapo simboliza en Asia la riqueza y un cambio afortunado, por su capacidad de augurar la lluvia, por eso es común encontrarlo tallado en madera y esculpido en las construcciones.
Fuente KBS WORLD
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