El viento sopla en la isla Jeju todo el año por los cuatro puntos cardinales. Es un viento cambiante y de bastante intensidad, a veces fresco, otras veces molesto, pero también destructivo en algunas ocasiones. Según cuentan, la isla Jeju era el lugar preferido del demonio de las enfermedades porque podía montarse en el viento y viajar por todos los rincones, llevando a todas partes sus soldados de la muerte. Por esta razón, cuando comenzaba a soplar un viento fuera de lo corriente, los isleños se apresuraban a ofrendarle al demonio de las enfermedades una mesa llena de abundantes y exquisitos alimentos con la esperanza de que, una vez satisfecho su voraz apetito, se fuera lejos de la isla y los dejara en paz. Sin embargo, aunque le daban todo el fruto de su trabajo, el demonio de las enfermedades siempre exigía más y más. Y cuando no se sentía satisfecho con lo que le ofrecían, sembraba el dolor y la tragedia con epidemias crueles y espantosas que diezmaban la población. Un día los isleños decidieron unir sus fuerzas y hacer algo para luchar con este demonio. Los muros de piedra que separan las casas en Jeju se caracterizan por ser muy bajos, por lo que se pueden salvar de un salto. Los isleños decidieron entonces construir muros mucho más altos para que el demonio no pudiera traspasarlos. Sin embargo, el demonio, subido sobre el viento, conseguía colarse por los intersticios de las piedras. Sintiéndose impotentes, tomaron como medida extrema partir de sus aldeas y escapar cada uno por su lado. Pero no sirvió de nada, pues, con la ayuda del viento, el demonio los perseguía y lograba alcanzarlos estuvieran donde estuviesen. Alguien sugirió entonces que le pidieran ayuda al rey dragón del mar, puesto que siempre había sido generoso con la isleños, proporcionándoles peces y frutos de mar en abundancia para que se alimentaran. Eligieron entonces a la buceadora más experimentada de la isla para que encontrara el camino hacia el reino submarino del rey dragón y solicitara su socorro.
La buceadora exploró un día tras otro el mar costero de la isla, pero no pudo encontrar de ninguna manera el camino hacia el reino submarino del rey dragón. Los isleños se desesperaban, pues el furor criminal del demonio de las enfermedades crecía día a día. La buceadora fue entonces a pedirle ayuda a la divinidad de las rocas. Ésta, compadecida, le indicó un punto distante en el mar. La buceadora, agradecida, le dirigió tres reverencias y nadó de inmediato al punto señalado. Allí tomó todo el aire que pudo y se sumergió en las profundidades marines. Divisó entonces un oscuro túnel, a donde se dirigió resuelta. Sin embargo, aunque ella era la mejor buceadora de la isla, perdió el aliento antes de lograr atravesar el túnel y tuvo que salir a la superficie. Tres veces lo intentó y tres veces fracasó. A la cuarta vez se dijo que era su última oportunidad y volvió a sumergirse tomando una gran bocanada de aire. El túnel era oscuro e interminable. La buceadora estaba perdiendo las fuerzas y sentía que sus pulmones estallarían en cualquier momento. Sin embargo, siguió adelante, dispuesta a dejar su vida en el intento. Fue entonces que divisó una luz blancuzca al final del oscuro túnel. Con su último aliento, cruzó el túnel y llegó al otro lado. Un lugar espléndido, brillante y claro, adornado con rutilantes joyas se abría ante sus ojos. Exhausta, pero feliz, pidió ser llevada ante el rey dragón y, postrada de rodillas, hizo su petición. El rey ordenó de inmediato que su ejército de rocas se enfrentara al demonio de las enfermedades. El demonio, por su parte, sacó de su bolsa de las enfermedades un temible ejército armado con lanzas y flechas. Una terrible batalla se libró en toda la isla. Un viento devastador sopló durante tres meses y diez días, cubriéndolo todo con una pesada nube de polvo. Al término de la batalla, el viento se aquietó y dejó ver el resultado del combate. Había ganado el ejército de las rocas del rey dragón y el demonio de las enfermedades había escapado lejos para no volver nunca más. Como testimonio de esta terrible guerra, la isla quedó cubierta de rocas por todas partes. Estas rocas y piedras, de color negro y agujereadas como esponjas, debido al fuego y a las flechas del ejército de las enfermedades, se convirtieron a partir de entonces en uno de los elementos más característicos de la isla Jeju. La valiente buceadora fue recompensada por isleños y vivió querida y feliz el resto de sus días. A su muerte la hallaron convertida en un duro coral, símbolo de su fortaleza y tesón. Por esta razón, aún hoy, las buceadoras de la isla no olvidan llevar consigo un trozo de coral como amuleto antes de sumergirse en las profundidades del mar...
La buceadora exploró un día tras otro el mar costero de la isla, pero no pudo encontrar de ninguna manera el camino hacia el reino submarino del rey dragón. Los isleños se desesperaban, pues el furor criminal del demonio de las enfermedades crecía día a día. La buceadora fue entonces a pedirle ayuda a la divinidad de las rocas. Ésta, compadecida, le indicó un punto distante en el mar. La buceadora, agradecida, le dirigió tres reverencias y nadó de inmediato al punto señalado. Allí tomó todo el aire que pudo y se sumergió en las profundidades marines. Divisó entonces un oscuro túnel, a donde se dirigió resuelta. Sin embargo, aunque ella era la mejor buceadora de la isla, perdió el aliento antes de lograr atravesar el túnel y tuvo que salir a la superficie. Tres veces lo intentó y tres veces fracasó. A la cuarta vez se dijo que era su última oportunidad y volvió a sumergirse tomando una gran bocanada de aire. El túnel era oscuro e interminable. La buceadora estaba perdiendo las fuerzas y sentía que sus pulmones estallarían en cualquier momento. Sin embargo, siguió adelante, dispuesta a dejar su vida en el intento. Fue entonces que divisó una luz blancuzca al final del oscuro túnel. Con su último aliento, cruzó el túnel y llegó al otro lado. Un lugar espléndido, brillante y claro, adornado con rutilantes joyas se abría ante sus ojos. Exhausta, pero feliz, pidió ser llevada ante el rey dragón y, postrada de rodillas, hizo su petición. El rey ordenó de inmediato que su ejército de rocas se enfrentara al demonio de las enfermedades. El demonio, por su parte, sacó de su bolsa de las enfermedades un temible ejército armado con lanzas y flechas. Una terrible batalla se libró en toda la isla. Un viento devastador sopló durante tres meses y diez días, cubriéndolo todo con una pesada nube de polvo. Al término de la batalla, el viento se aquietó y dejó ver el resultado del combate. Había ganado el ejército de las rocas del rey dragón y el demonio de las enfermedades había escapado lejos para no volver nunca más. Como testimonio de esta terrible guerra, la isla quedó cubierta de rocas por todas partes. Estas rocas y piedras, de color negro y agujereadas como esponjas, debido al fuego y a las flechas del ejército de las enfermedades, se convirtieron a partir de entonces en uno de los elementos más característicos de la isla Jeju. La valiente buceadora fue recompensada por isleños y vivió querida y feliz el resto de sus días. A su muerte la hallaron convertida en un duro coral, símbolo de su fortaleza y tesón. Por esta razón, aún hoy, las buceadoras de la isla no olvidan llevar consigo un trozo de coral como amuleto antes de sumergirse en las profundidades del mar...
Fuente KBS WORLD
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