Había una vez un joven llamado Seongun, que era hijo de una acomodada familia noble. Un día que estaba estudiando hasta tarde, se quedó dormido y en sueños vio una muchacha celestial de extraordinaria belleza que descendía del cielo sobre una gran nube blanca. Quiso dirigirle la palabra, pero ella desapareció entre las nieblas y él no tuvo más remedio que despertar. Aunque todo había sido un sueño, Seongun se había quedado profundamente enamorado de la muchacha y no podía olvidarla. Su deseo de volverla a ver era tan fuerte que volvió a soñar con ella unos días después. En esta ocasión la muchacha le confesaba que ella también compartía su amor por él, pero que su padre, el señor de los cielos, le impedía bajar a la tierra y unirse a él. Seongun despertó de este sueño profundamente emocionado, pero no se contentó con saber que ella también lo quería. Deseaba tan intensamente tenerla a su lado que no hacía otra cosa que pensar en ella. como su esposa que cayó enfermo preso de fiebres muy altas. La joven celestial volvió entonces a aparecérsele en sueños y le dijo: “Ten paciencia. Para que te consueles hasta que consiga el permiso de mi padre de bajar a la tierra, ten este retrato mío. También toma como concubina una de las siervas de tu casa. Eso te ayudará a soportar la espera.” Diciendo esto, la muchacha desapareció. Cuando Seongun despertó de su sueño febril, encontró en efecto un bello retrato de su amada junto a su cama. Siguiendo el consejo de la joven, convirtió en su concubina a una sierva llamada Mewol. Sin embargo, ninguno de estos remedios sirvió de nada para aplacar los deseos de Seongun de unirse a la joven celestial, por lo que pronto cayó enfermo preso de unas fiebras muy altas. La joven volvió a aparecer en sus sueños y le dijo visiblemente emocionada: “Me duele hasta el alma que estés enfermo por mi culpa. Hay un modo de que podamos reunirnos. Recupérate cuanto antes y busca el jardín de las flores de loto, que ahí estaré esperándote.” Feliz ante la expectativa de encontrarse con su amada, Seongun sanó pronto y buscó por todas partes el jardín de las flores de loto. Por fin, lo encontró en la cima de una montaña muy recóndita, en donde la pareja se unió en cuerpo y alma, prometiéndose amor eterno.
Seongun llevó a la joven celestial a su casa y allí, ante la bendición de sus padres, se casó con ella. Fueron muy felices durante varios meses, pero llegó el día en que Seongun debía partir a Seúl para dar el examen nacional de funcionario. Cuando llegó el día fijado, Seongun salió por la mañana muy temprano antes de que saliera el sol. Sin embargo, no pudiendo soportar estar separado de su mujer siquiera unas horas, rehizo su camino y volvió secretamente a la casa por la noche. Una y otra vez Seongun se despedía de su mujer a la madrugada, pero sin poder evitarlo volvía a la casa por las noches para verla de nuevo. Viendo esto, la sierva Mewol, enferma de celos, fue a ver al padre de Seongun y le dijo que su nuera recibía todas las noches a un amante en ausencia de su marido. Esa noche el suegro vigiló la habitación de su nuera durante toda la noche y, en efecto, por la mañana muy temprano vio salir de ella a un hombre que se alejó rápidamente con paso sigiloso. Era Seongun, que esta vez sí había partido de verdad a Seúl. Furioso, el suegro encerró a su nuera y la conminó a que confesara su delito. Deshecha en lágrimas, la joven celestial juró que era inocente y como prueba de ello le pidió que lanzara al aire una hebilla de su cabello. Si era culpable, la hebilla se clavaría en su corazón, y si era inocente, abriría un agujero en el escalón de piedra de la casa. Conmovida por las lágrimas de la muchacha, la madre de Seongun hizo la prueba y, en efecto, la hebilla se clavó como una flecha en la dura piedra. Sin embargo, el padre de Seongun no se ablandó y ordenó que la dejaran morir de hambre y sed.
Cuando Seongun volvió una semana después, feliz de haber aprobado el examen, y supo la tragedia que se había desatado en su hogar, casi se muere él también de la desesperación. Pasó velando toda la noche junto al frío cadáver de su esposa, pero durante unos breves momentos en que se quedó dormido, se le apareció la joven celestial en sueños y le contó la verdad de todo lo ocurrido. Seongun fue entonces hacia la sierva Mewol y la obligó a que confesara su mentira ante todo el mundo. Cuando se supo la verdad, todos lloraron con lágrimas de sincero arrepentimiento. El señor de los cielos, conmovido por el amor de Seongun y la confesión de la sierva Mewol, permitió a su hija que volviera junto a su marido y completara la vida de felicidad que había iniciado con los mortales. Así la hija celestial resucitó y la pareja fue feliz por el resto de sus vidas.
Seongun llevó a la joven celestial a su casa y allí, ante la bendición de sus padres, se casó con ella. Fueron muy felices durante varios meses, pero llegó el día en que Seongun debía partir a Seúl para dar el examen nacional de funcionario. Cuando llegó el día fijado, Seongun salió por la mañana muy temprano antes de que saliera el sol. Sin embargo, no pudiendo soportar estar separado de su mujer siquiera unas horas, rehizo su camino y volvió secretamente a la casa por la noche. Una y otra vez Seongun se despedía de su mujer a la madrugada, pero sin poder evitarlo volvía a la casa por las noches para verla de nuevo. Viendo esto, la sierva Mewol, enferma de celos, fue a ver al padre de Seongun y le dijo que su nuera recibía todas las noches a un amante en ausencia de su marido. Esa noche el suegro vigiló la habitación de su nuera durante toda la noche y, en efecto, por la mañana muy temprano vio salir de ella a un hombre que se alejó rápidamente con paso sigiloso. Era Seongun, que esta vez sí había partido de verdad a Seúl. Furioso, el suegro encerró a su nuera y la conminó a que confesara su delito. Deshecha en lágrimas, la joven celestial juró que era inocente y como prueba de ello le pidió que lanzara al aire una hebilla de su cabello. Si era culpable, la hebilla se clavaría en su corazón, y si era inocente, abriría un agujero en el escalón de piedra de la casa. Conmovida por las lágrimas de la muchacha, la madre de Seongun hizo la prueba y, en efecto, la hebilla se clavó como una flecha en la dura piedra. Sin embargo, el padre de Seongun no se ablandó y ordenó que la dejaran morir de hambre y sed.
Cuando Seongun volvió una semana después, feliz de haber aprobado el examen, y supo la tragedia que se había desatado en su hogar, casi se muere él también de la desesperación. Pasó velando toda la noche junto al frío cadáver de su esposa, pero durante unos breves momentos en que se quedó dormido, se le apareció la joven celestial en sueños y le contó la verdad de todo lo ocurrido. Seongun fue entonces hacia la sierva Mewol y la obligó a que confesara su mentira ante todo el mundo. Cuando se supo la verdad, todos lloraron con lágrimas de sincero arrepentimiento. El señor de los cielos, conmovido por el amor de Seongun y la confesión de la sierva Mewol, permitió a su hija que volviera junto a su marido y completara la vida de felicidad que había iniciado con los mortales. Así la hija celestial resucitó y la pareja fue feliz por el resto de sus vidas.
Fuente KBS WORLD
awww♥ que hermosa historia!
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