Había una vez un joven noble pobre que gustaba de vagar y disfrutar de  la vida. Caminando un día por la calle principal de un pueblo  desconocido al que acababa de llegar, vio pegado un cartel que decía:  “Alguien ha raptado a mi hija. El que consiga devolvérmela sana y salva  se casará con ella y será dueño de la mitad de mi fortuna.” El cartel  estaba firmado por el hombre más rico de la comarca. Tentado por la  oferta, decidió buscar a la joven raptada. Pensó que solo no podría  hacerlo y se hizo socio de un par de hermanos holgazanes. Todos juntos  se internaron en el monte y caminaron sin rumbo, pues no tenían ninguna  pista de dónde y cómo encontrar a la joven. Después de varios días de  búsqueda infructuosa, encontraron sólo una urraca con la pata rota. El  joven noble no tenía un mal corazón y le vendó la pata con un trozo de  tela. Agradecida, la urraca le dijo: “Sé lo que estás buscando. Sigue  por esta dirección y divisarás una enorme roca. Debajo de la roca  encontrarás una concha blanca y debajo de ella un pequeño agujero.  Escárbalo, que te llevará a donde quieres.” Los jóvenes hicieron todo lo  que les dijo la urraca y descubrieron con asombro que debajo de una  fina capa de hojas y tierra se abría un foso. El foso se veía tan oscuro  y profundo que los jóvenes sintieron miedo. Sin embargo, sin  amilanarse, el joven noble fabricó una larguísima cuerda con paja, ramas  y raíces y les ordenó a sus compañeros que lo esperaran todo el tiempo  que fuera necesario y que tiraran de la cuerda cuando él les diera la  señal. Sujetándose a la soga, el joven bajó lentamente por el foso...
Después de un tiempo larguísimo, que al joven le parecieron horas, divisó una débil luz al fondo. En efecto, al final del foso se abría un paisaje muy similar al del mundo de la superficie, con casas, árboles y ríos. El joven se dirigió a la casa más grande y se subió a un árbol que había junto al pozo de agua. Al poco rato, una muchacha muy bella salió con una cuba a sacar agua del pozo. Al inclinarse, vio en la superficie del agua el reflejo del joven escondido en el sauce y asustada le preguntó que hacía allí. El joven le explicó todo y la muchacha, con lágrimas de felicidad en los ojos, le confirmó que ella era la hija del hombre rico. El joven quiso entrar enseguida a la casa a matar a su raptor, pero la muchacha lo detuvo y le dijo: “No es un ser humano como te imaginas. Es un monstruo enorme y con una fuerza brutal. Come durante tres meses seguidos y duerme otros tres meses. Ha comenzado a dormir hace dos lunas, así que tienes un mes para prepararte y matarlo. Tiene una piel tan gruesa que sólo podrás abatirlo con su espada, pero para hacerlo necesitas fortalecer tus músculos.” A partir de ese día, el joven noble se entrenó levantando rocas y comiendo ricos alimentos. Cuando se sintió lo suficientemente fuerte, entró por fin a la casa. El monstruo era realmente enorme y feo y dormía con los ojos abiertos. Venciendo el temor, el joven le cortó la cabeza de un único golpe. Sin embargo, la cabeza cortada volvía una y otra vez a soldarse al cuello del monstruo. La joven tuvo entonces la idea de ponerle cenizas a la herida y así por fin la cabeza rodó definitivamente por el suelo. Los jóvenes se abrazaron felices y antes de irse de la casa se llenaron los bolsillos de joyas y monedas de oro.
Cuando llegaron a la boca del foso, el joven hizo subir primero a la muchacha y tiró de la cuerda para que sus compañeros alzaran la soga. Los hermanos holgazanes en la superficie estaban a punto de irse pensando que el joven noble había muerto en la empresa, cuando recibieron la señal. Con todas sus fuerzas, tiraron de la soga y sacaron a la muchacha. Cuando uno de ellos estaba por volver a lanzar la cuerda al foso, el otro le dijo: “¿Por qué vamos a dejar que ese noble se lleve toda la gloria, cuando sin nuestra ayuda no podría haberlo hecho? Llévémosle la muchacha al hombre rico y dividámonos la recompensa.” Los hermanos holgazanes amenazaron a la muchacha con matarla si decía la verdad y se la llevaron a su padre. Éste, feliz y agradecido, organizó una fiesta para agasajar a los salvadores de su hija.
El joven noble esperó en vano en la boca del foso a que bajaran de nuevo la cuerda. Sospechando que sus compañeros lo habían traicionado, comenzó a subir por el foso. Los músculos que había fortalecido para matar al monstruo le permitieron escalar a mano las paredes del larguísimo foso y empujar la roca con la que los hermanos holgazanes habían tapado la entrada. Una vez en la superficie, fue al banquete y mostró los tesoros que había traído de la morada del monstruo. Esto y el testimonio de la muchacha convencieron al hombre rico de que él era el verdadero héroe salvador. Los hermanos holgazanes fueron castigados y el joven noble se casó por fin con la muchacha, con quien vivió rico y feliz el resto de su vida.
Después de un tiempo larguísimo, que al joven le parecieron horas, divisó una débil luz al fondo. En efecto, al final del foso se abría un paisaje muy similar al del mundo de la superficie, con casas, árboles y ríos. El joven se dirigió a la casa más grande y se subió a un árbol que había junto al pozo de agua. Al poco rato, una muchacha muy bella salió con una cuba a sacar agua del pozo. Al inclinarse, vio en la superficie del agua el reflejo del joven escondido en el sauce y asustada le preguntó que hacía allí. El joven le explicó todo y la muchacha, con lágrimas de felicidad en los ojos, le confirmó que ella era la hija del hombre rico. El joven quiso entrar enseguida a la casa a matar a su raptor, pero la muchacha lo detuvo y le dijo: “No es un ser humano como te imaginas. Es un monstruo enorme y con una fuerza brutal. Come durante tres meses seguidos y duerme otros tres meses. Ha comenzado a dormir hace dos lunas, así que tienes un mes para prepararte y matarlo. Tiene una piel tan gruesa que sólo podrás abatirlo con su espada, pero para hacerlo necesitas fortalecer tus músculos.” A partir de ese día, el joven noble se entrenó levantando rocas y comiendo ricos alimentos. Cuando se sintió lo suficientemente fuerte, entró por fin a la casa. El monstruo era realmente enorme y feo y dormía con los ojos abiertos. Venciendo el temor, el joven le cortó la cabeza de un único golpe. Sin embargo, la cabeza cortada volvía una y otra vez a soldarse al cuello del monstruo. La joven tuvo entonces la idea de ponerle cenizas a la herida y así por fin la cabeza rodó definitivamente por el suelo. Los jóvenes se abrazaron felices y antes de irse de la casa se llenaron los bolsillos de joyas y monedas de oro.
Cuando llegaron a la boca del foso, el joven hizo subir primero a la muchacha y tiró de la cuerda para que sus compañeros alzaran la soga. Los hermanos holgazanes en la superficie estaban a punto de irse pensando que el joven noble había muerto en la empresa, cuando recibieron la señal. Con todas sus fuerzas, tiraron de la soga y sacaron a la muchacha. Cuando uno de ellos estaba por volver a lanzar la cuerda al foso, el otro le dijo: “¿Por qué vamos a dejar que ese noble se lleve toda la gloria, cuando sin nuestra ayuda no podría haberlo hecho? Llévémosle la muchacha al hombre rico y dividámonos la recompensa.” Los hermanos holgazanes amenazaron a la muchacha con matarla si decía la verdad y se la llevaron a su padre. Éste, feliz y agradecido, organizó una fiesta para agasajar a los salvadores de su hija.
El joven noble esperó en vano en la boca del foso a que bajaran de nuevo la cuerda. Sospechando que sus compañeros lo habían traicionado, comenzó a subir por el foso. Los músculos que había fortalecido para matar al monstruo le permitieron escalar a mano las paredes del larguísimo foso y empujar la roca con la que los hermanos holgazanes habían tapado la entrada. Una vez en la superficie, fue al banquete y mostró los tesoros que había traído de la morada del monstruo. Esto y el testimonio de la muchacha convencieron al hombre rico de que él era el verdadero héroe salvador. Los hermanos holgazanes fueron castigados y el joven noble se casó por fin con la muchacha, con quien vivió rico y feliz el resto de su vida.
 Fuente KBS WORLD 
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