En los tiempos del reino de Shilla, vivía un próspero comerciante de apellido Seol. Era viudo y tenía una hija que era la alegría de sus ojos. La muchacha no sólo tenía un rostro y un porte hermosos sino que reunía otras muchas cualidades, como la sencillez, la discreción y la bondad. Aunque no procedía de una cuna noble, la joven estaba dotada de tantas virtudes y talentos que era muy respetada y querida en el pueblo. Un día la llegada de una carta oficial quebró la tranquilidad de este hogar. Estaban reclutando aldeanos para engrosar las filas del ejército y cada familia debía contribuir obligatoriamente con al menos un hombre, pues Shilla se hallaba en una de las tantas guerras que mantenía con los reinos vecinos. El comerciante Seol tenía más de 80 años y era evidente que tendría una muerte pronta y segura si era reclutado. Siendo mujer, su hija no podía sustituirle y ante la idea de perder a su padre, la joven no hacía más que llorar de impotencia. En esta situación angustiosa, un joven llamado Gasil se presentó en la casa y se dirigió respetuosamente al comerciante y a su hija: “Soy un varón pobre y sin recursos, pero me sobra determinación. No puedo dejar que un anciano como Ud. vaya a la guerra. Permítame que lo reemplace. Soy joven y fuerte, les aseguro que volveré sano y salvo.” Padre e hija dudaron al principio en aceptar tan generoso ofrecimiento, pero ante la situación desesperada en que se encontraban, se deshizieron en lágrimas de alegría y agradecimiento. Conmovido profundamente, el comerciante Seol pensó que un joven así era el esposo adecuado para su hija y le dijo: “No sé cómo agradecerte lo que haces por mí. Lo más preciado que tengo en mi casa es mi hija. Si no te parece demasiado poca cosa, acéptala como esposa.” Esto era precisamente lo que deseaba con todo su corazón Gasil, que amaba a la joven desde hace tiempo pero no se atrevía a acercarse a ella porque era demasiado pobre y no tenía nada que ofrecerle. Asimismo la hija del comerciante, conmovida por el espíritu de sacrificio de Gasil, aceptó gustosa ser su esposa. Como prenda de amor y fidelidad, rompió un espejo en dos y le dio uno de los pedazos a Gasil, diciéndole: “Te esperaré hasta que podamos unir estas dos mitades.” Él por su parte le dio un hermoso potro, diciéndole: “Éste es un fiel animal que yo aprecio mucho. Cuídalo durante mi ausencia.” Tras intercambiar estas señales de amor y compromiso, los jóvenes se despidieron con tristeza, pero también con esperanza.
Pasaron tres años, pero la guerra no acababa, y se sucedieron otros tres años. El comerciante estaba por cumplir los 90 años y su hija pasaría muy pronto la edad adecuada para casarse. Temiendo morir y dejar a su hija sola y desamparada, el anciano concertó en secreto su matrimonio con el hijo de un muy rico comerciante. Cuando ella lo supo, se negó rotundamente a casarse y reprochó duramente a su padre por romper la palabra dada a Gasil: “¿Has olvidado que él ha ido a la guerra en tu lugar y que hemos intercambiado promesas de matrimonio? ¿Cómo puedes faltar a tu palabra? Eso no es propio de un ser humano.” Sin embargo, su padre no quiso escucharla y le ordenó prepararse para la boda, que sería en la semana siguiente. Ella intentó escaparse en el caballo que le había encomendado Gasil, pero el animal se negaba a obedecerla y una y otra vez volvía a traerla a casa. El día mismo de la boda, un mendigo flaco, enfermo y harapiento golpeó las puertas de la casa y dijo ser Gasil. Nada quedaba del aspecto fuerte y varonil del joven y nadie le creyó. Cuando estaba a punto de ser echado del lugar, sacó de su morral un espejo roto. La muchacha reconoció al punto que era la mitad del espejo que le había dado a Gasil en prenda de amor. Juntó el trozo que ella conservaba y el de él y las dos mitades encajaron perfectamente. Los dos jóvenes se abrazaron con alegría y emoción y ese mismo día se llevó a cabo la boda de los fieles amantes. Con el tiempo y los cuidados de ella, Gasil recobró la salud y la fortaleza y juntos vivieron por muchos años y llenos de felicidad.
Esta historia está contenida en el libro Historia de los Tres Reinos, que es un registro narrativo de los hechos históricos que afectaron a los tres reinos, Goguryo, Bekje y Shilla, que existieron en la península coreana durante el primer milenio. Llama la atención que se incluya esta historia sobre plebeyos en un libro que trata de reyes y personajes de la aristocracia, pero es importante porque muestra un retazo de la vida de la gente común y prueba que los valores como la fidelidad, la generosidad y la capacidad de sacrificio no son exclusivos de las clases altas.
Pasaron tres años, pero la guerra no acababa, y se sucedieron otros tres años. El comerciante estaba por cumplir los 90 años y su hija pasaría muy pronto la edad adecuada para casarse. Temiendo morir y dejar a su hija sola y desamparada, el anciano concertó en secreto su matrimonio con el hijo de un muy rico comerciante. Cuando ella lo supo, se negó rotundamente a casarse y reprochó duramente a su padre por romper la palabra dada a Gasil: “¿Has olvidado que él ha ido a la guerra en tu lugar y que hemos intercambiado promesas de matrimonio? ¿Cómo puedes faltar a tu palabra? Eso no es propio de un ser humano.” Sin embargo, su padre no quiso escucharla y le ordenó prepararse para la boda, que sería en la semana siguiente. Ella intentó escaparse en el caballo que le había encomendado Gasil, pero el animal se negaba a obedecerla y una y otra vez volvía a traerla a casa. El día mismo de la boda, un mendigo flaco, enfermo y harapiento golpeó las puertas de la casa y dijo ser Gasil. Nada quedaba del aspecto fuerte y varonil del joven y nadie le creyó. Cuando estaba a punto de ser echado del lugar, sacó de su morral un espejo roto. La muchacha reconoció al punto que era la mitad del espejo que le había dado a Gasil en prenda de amor. Juntó el trozo que ella conservaba y el de él y las dos mitades encajaron perfectamente. Los dos jóvenes se abrazaron con alegría y emoción y ese mismo día se llevó a cabo la boda de los fieles amantes. Con el tiempo y los cuidados de ella, Gasil recobró la salud y la fortaleza y juntos vivieron por muchos años y llenos de felicidad.
Esta historia está contenida en el libro Historia de los Tres Reinos, que es un registro narrativo de los hechos históricos que afectaron a los tres reinos, Goguryo, Bekje y Shilla, que existieron en la península coreana durante el primer milenio. Llama la atención que se incluya esta historia sobre plebeyos en un libro que trata de reyes y personajes de la aristocracia, pero es importante porque muestra un retazo de la vida de la gente común y prueba que los valores como la fidelidad, la generosidad y la capacidad de sacrificio no son exclusivos de las clases altas.
Fuente KBS WORLD
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